Lista de ingredientes:
- 1 pechuga de pollo (limpia de huesos y piel)
- 1 huevo
- maizena (la cantidad necesaria para rebozar la pechuga)
- sal y pimienta
Para la salsa de limón:
- 5 cucharas soperas de zumo de limón
- 2 de vinagre de vino blanco
- 3 de azúcar
- 4 de agua
- 1 cucharadita (de café) de maizena
Necesitareis también abundante aceite para freír.
Elaboracion:
Para la salsa exprimiremos un limón, o los que sean necesarios, para conseguir 5 cucharas soperas de zumo.
Desleíd la cucharadita de maizena en las 4 cucharadas de agua, que debe ser fría del grifo. Si añadís el agua a la maizena, poco a poco, y no al revés, la disolveréis mejor. Pero evitad el agua caliente, pues no se disolverá bien.
Tened preparados también el vinagre y el azúcar.
Utilizad el vinagre que más os guste, pero os recomiendo especialmente que sea de vino blanco, pues ésta es una salsa que debe quedar transparente.
Lleváis todos los ingredientes a ebullición, a fuego medio-alto, removiendo constantemente
En cuanto empieza a hervir veréis que la mezcla se vuelve transparente. En ese punto dejad que hierva por 1 minuto, a fuego suave, para que se evapore un poco el olor a vinagre, y ya estará la salsa lista.
Podéis reservarla en caliente o bien recalentarla en el último momento al microondas. Sin ningún problema.
Una vez preparada la salsa enharináis el pollo con maizena. Hacedlo de manera generosa.
Es importante que esté bien cubierto, aunque después sacudamos el exceso, porque esto ayudará a que la pechuga, que es la parte menos tierna del pollo, retenga sus jugos y nos quede muy jugosa y suculenta.
No os dejéis ningún rinconcito y cuando hayáis acabado, sacudid un poco el sobrante.
Utilizo maizena porque me gusta más el resultado que utilizando harina de trigo, tengo la impresión que el rebozado es más fino pero a la vez impermeabiliza mejor.
Igual solo son manías mías, os lo comento porque me gusta más como queda, pero vosotros hacedlo como más os guste o como veáis que os queda más jugosa.
Freíd la pechuga en abundante aceite de oliva, suave, con muy poca acidez, o en su defecto, aceite de girasol especial para frituras. Evitad el aceite de oliva de sabor intenso, pues marcaría el resultado final y no nos interesa.
Dejadla, a fuego medio-alto, el tiempo necesario para que adquiera un tono bien dorado y uniforme, pero no tostado, esa será la señal de que su interior está totalmente cocido, pero en el punto más jugoso.
Si lo hacéis en freidora, en cuanto la pechuga flote a la superficie, también sabréis que el interior estará cocido y en su punto.
Colocad la pechuga sobre un papel absorbente y, con un cuchillo bien afilado, con cuidado de no romper el rebozado, practicadle cortes perpendiculares de aproximadamente 1 cm de grosor.
No la cortéis del todo. Justo lo suficiente para que mantenga su forma, y a la vez, podamos coger las porciones con los palillos y separarlos de la pechuga sin dificultad.
Con el mismo cuchillo, a modo de espátula, y la ayuda de la mano libre, recogéis la pechuga entera y la disponéis en el plato donde la vayáis a servir.
Si lo queréis, podéis adornar el pollo insertando en los cortes, de manera decorativa, un par de rodajas de limón. Cortadlas bien finas.
Salsead un poco de salsa de limón por encima del pollo. Casi más con la intención de llenar los huecos de los cortes que de inundar la pechuga, pues hay que procurar que el rebozado no se reblandezca. El resto de salsa la servís aparte.