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Todo el mundo ha bebido vino en alguna ocasión en vasos de vidrio gruesos típicos de agua o, lo que es peor, en vasos de plástico en alguna celebración informal y multitudinaria. |
Todo el mundo ha bebido vino en alguna ocasión en vasos de vidrio gruesos típicos de agua o, lo que es peor, en vasos de plástico en alguna celebración informal y multitudinaria. Es en esos momentos, cuando nos encontramos tomando un vino que nos gusta con los dedos hundidos en un vaso de plástico, cuando nos damos cuenta de la importancia de la copa. Esta es fundamental a la hora de realzar las características de cualquier vino, potenciar su sabor y aromas, mantener la temperatura y, en definitiva, sacar el mejor partido de esa botella que estamos a punto de descorchar. Hay numerosos factores a tener en cuenta a la hora de elegir copa, desde el tamaño a la anchura, la longitud del tallo o el grosor, que deberíamos escoger siempre en función de cada vino. Hay copas tipo Burdeos, Borgoña, Chardonnay, Jerez o espumosos y, si nos ponemos puristas, prácticamente encontraremos un tipo preciso de copa para cada vino. Entre los expertos, sin embargo, hay disparidad de opiniones. Si bien hay sumilleres que aconsejan personalizar siempre muy bien el tipo de copa en función del vino que se consuma, hay quien defiende que no es necesario ser ortodoxo y que cualquier copa multiusos (universal) puede servir, en principio, para disfrutar de un buen vino en un encuentro informal. Sin embargo, si queremos afinar es imprescindible tener en cuenta algunos aspectos a la hora de seleccionar el tipo de copa. ¿Cristal o vidrio? Probablemente esta sea la cuestión más importante a la hora de elegir copa, ya que la diferencia entre una copa de cristal y una de vidrio es notable, aunque en la vida cotidiana solemos utilizar indistintamente ambos términos. Las copas de vidrio son gruesas y resistentes, al no tener óxido de plomo en su composición, y son también bastante más económicas. Su aspecto es algo más tosco que el de las copas de cristal y, a diferencia de estas, el vidrio no conserva igual de bien las temperaturas y no realza de igual maneras el sabor y aromas del vino. Ocurre lo mismo con el color: mientras las finas copas de cristal permiten observar a la perfección el color y matices del vino, las de vidrio, más gruesas, pueden presentar alguna alteración. Pese a que las copas de cristal suelen tener un precio más elevado y son también, en líneas generales, más frágiles (aunque las de vidrio se suelen quebrar cuando se someten a temperaturas muy altas durante el lavado), son también más brillantes y transparentes, de manera que son ideales para catar vinos. Además, hay que tener en cuenta que cuanto mayor cantidad de óxido de plomo tengan en su composición, mejor será la calidad del cristal (teniendo en cuenta que el tope máximo de óxido de plomo recomendado por la OMS es del 25%). Además de todo ello, las copas de vidrio tienen el borde más grueso que las de cristal, de manera que el acto de beber resulta en general bastante menos placentero. No hace falta ser un experto para percibir las diferencias entre vidrio y cristal, que se perciben casi a simple vista, pero si tenemos dudas un simple golpecito con los dedos nos dará la respuesta. Si el golpe es seco y breve la copa es de vidrio, y si el “cling” es algo más fino y largo y tiene una sonoridad bonita estaremos ante una copa de cristal. |