Nota por admin » El 26 del 02 de 2019
El síndrome de excitación sexual persistente, o lo que preferiblemente se llama trastorno persistente de excitación genital, es una reacción o respuesta de excitación genital.

El síndrome de excitación sexual persistente, o lo que preferiblemente se llama trastorno persistente de excitación genital, es una reacción o respuesta de excitación genital desajustada e involuntaria, ya que sucede en un contexto o situación que la persona no percibe ni interpreta como erótica, causándole ansiedad y un gran malestar físico y psicológico.

“La excitación no tiene un significado sexual para la persona. La persona puede tener -mejor dicho, sufrir- orgasmos continuados, sintiendo una total incoherencia y falta de control de su propio cuerpo, debido a que no percibe una relación de los estímulos del ambiente con la respuesta genital que le da su cuerpo”, explica a CuídatePlus Carolina Muñoz, psicóloga y sexóloga del Instituto Sexología, Medicina y Psicología Espill.

A veces, “el desencadenante es un movimiento brusco en el autobús, de presión al montar en bici o al realizar determinados estiramientos”, señala Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). Por eso,  destaca la importancia de que cada paciente identifique cuál es ese desencadenante “gatillo”.

¿Se conoce la prevalencia? ¿Puede darse también en hombres?

“Hasta el momento actual, no se tiene referencia de que el trastorno lo sufran los hombres y no se sabe cuántas mujeres pueden padecerlo. Probablemente existan casos que no salgan a la luz por desconocimiento, vergüenza, miedo a no ser comprendidas y al rechazo”, dice Muñoz.

Por su parte, Molero puntualiza que aunque es un trastorno poco frecuente, “ahora es más fácil de identificar porque ha ido aumentando su conocimiento”.

Síntomas

La sexóloga del Instituto Espill cuenta que puede suceder que “cualquier movimiento de la pelvis desencadene un orgasmo. Otras veces, el orgasmo puede ir precedido de determinados sonidos o estímulos no eróticos, como el masticar, el ruido que se hace al absorber, el silbido…”. Por lo tanto, su excitación fisiológica descontrolada no se relaciona con su percepción de lo que es erótico o estimulante, lo que le hace vivir tales experiencias de una forma muy incómoda y desagradable.

El orgasmo le puede sobrevenir en los momentos más inoportunos, sin poder hacer nada por evitarlo. Es como si el mecanismo de su respuesta orgásmica se disparara una y otra vez sin discriminar los estímulos. Es muy similar al mecanismo de la sucesión de estornudos de las alergias, que, aunque estos también son desagradables e inoportunos, la persona puede llevarlo bastante mejor en su vida cotidiana.

“Como la mujer lo considera algo intruso o no deseado, aparece una reacción psicológica de rechazo”, indica la presidenta de la FESS.

¿Se conocen las causas?

Hasta la actualidad, no se sabe muy bien cuál es la causa de este grave problema, aunque se plantean diversas hipótesis. El profesor Barry Komisaruk, de la Universidad de Medicina de Nueva Jersey (Estados Unidos), ha publicado un reciente trabajo en la revista científica Journal of Sexual Medicine en el que lo relaciona con la presencia de quistes de Tarlov. “En los resultados se observa que el 66 por ciento de las mujeres de su estudio presentaban esas pequeñas protuberancias en la columna vertebral. Cifra muy alta si se compara con que solo el 9 por ciento de las personas en la población general tiene estos quistes. Aunque esto no resuelve la incógnita, ya que hay otras mujeres que presentan el trastorno de excitación genital persistente y no tienen esos quistes; y personas que tienen esos quistes y no tienen el síndrome”, dice la sexóloga de Espill.

Por ese motivo, algunos autores apuntan también a algún tipo de lesión traumática que pase desapercibida y que solamente afecte a la respuesta orgásmica genital.

En opinión de Muñoz, además de continuar investigando en las hipótesis halladas hasta el momento (quistes de Tarlov, lesiones traumáticas…), sería interesante realizar investigaciones a nivel neurológico con personas que sufren este trastorno, dado que han aparecido casos en los que determinados sonidos (masticar, silbar, absorber, etc.) provocaban esta respuesta. Esto podría estar relacionado con alguna diferencia significativa en algún área concreta del cerebro.

Repercusión de este trastorno en su vida en general y en su sexualidad

La repercusión del trastorno persistente de excitación genital en la calidad de vida de las personas es nefasta. Tal y como observamos en consulta, refiere Muñoz, “pierde por completo el deseo sexual y rechaza totalmente las relaciones sexuales (aversión a la sexualidad). Si tiene pareja, el sufrimiento se incrementa por el sentimiento de culpa de no poder llevar una vida sexual sana y placentera con ella”.

Si a esta situación le sumamos el continuo temor que padece a que el orgasmo la sorprenda en cualquier situación social, nos encontramos a una persona que se aísla, se recluye en su miedo y que suele estar inmersa en un estado depresivo.

Sumirse en un estado de hipervigilancia es otra de las consecuencias de este trastorno, según añade Molero.

¿Tiene tratamiento?

“Es importantísimo que el paciente acuda lo antes posible a terapia para que se pueda abordar y tratar su caso. El objetivo es que el trastorno persistente de excitación genital le afecte lo menos posible en su vida en general y en los diferentes ámbitos en particular (personal, social y laboral); y que, fundamentalmente, aprenda a desarrollar habilidades para las diferentes situaciones de la vida cotidiana”, expone Muñoz.

Abordaje de estos casos

Lo más importante es que la persona aprenda a aceptar lo que le sucede y, a partir de ahí, tratar de dar avances para disminuir la situación incapacitante que le produce este trastorno en su vida. Primero, enumera Muñoz, “es fundamental tratar su ansiedad y ayudarle a construir una visión de sexualidad positiva, para que pueda tener una vida sexual sana y placentera. Hay que ir acompañándole en las distintas sesiones en el proceso de su crecimiento erótico, facilitándole ayuda para que aprenda a discriminar los estímulos que le puedan resultar agradables, placenteros y estimulantes sexualmente”.

Por otra parte, es importante que compruebe la diferencia entre la respuesta orgásmica involuntaria que le hace padecer el trastorno y la vivencia de su sexualidad en la que focaliza la atención a los estímulos que ella misma selecciona y disfruta.

Finalmente, la terapia puede ayudar a desarrollar estrategias de afrontamiento a las situaciones incómodas que le produce el trastorno, trabajar su autoestima, sus emociones y sus habilidades sociales.

En palabras de la presidenta de la FESS es clave que el abordaje sea integral, ya que además del aspecto psicológico, también hay que trabajar el suelo pélvico.