|
Rimas de Gustavo Adolfo Becquer |
Rimas de Gustavo Adolfo Becquer-Segunda ParteRIMA LI -(Olas gigantes, que os rompéis bramando...)
Olas gigantes que os rompéis bramando en las playas desiertas y remotas, envuelto entre la sábana de espumas, ¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis del alto bosque las marchitas hojas, arrastrado en el ciego torbellino, ¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad que rompe el rayo y en fuego encienden las sangrientas orlas, arrebatado entre la niebla oscura, ¡llevadme con vosotras!
Llevadme por piedad a donde el vértigo con la razón me arranque la memoria. ¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme con mi dolor a solas! RIMA LII-(Volverán las oscuras golondrinas...) RIMA LIII -(Cuando volvemos las fugaces horas...)
Cuando volvemos las fugaces horas del pasado a evocar, temblando brilla en sus pestañas negras una lágrima pronta a resbalar.
Y al fin resbala y cae como gota del rocío al pensar que cual hoy por ayer, por hoy mañana volveremos los dos a suspirar. RIMA LIV -(Entre el discorde estruendo de la orgía...)
Entre el discorde estruendo de la orgía acarició mi oído, como nota de lejana música, el eco de un suspiro.
El eco de un suspiro que conozco, formado de un aliento que he bebido, perfume de una flor que oculta crece en un claustro sombrío.
Mi adorada de un día, cariñosa, “¿en qué piensas ?”, me dijo: “En nada...” “¿En nada, y lloras?” “Es que tienes alegre la tristeza y triste el vino”. RIMA LV -(Hoy, como ayer, mañana como hoy,...)
Hoy como ayer, mañana como hoy ¡y siempre igual! Un cielo gris, un horizonte eterno y andar..., andar.
Moviéndose a compás como una estúpida máquina, el corazón; la torpe inteligencia del cerebro dormida en un rincón.
El alma, que ambiciona un paraíso, buscándole sin fe; fatiga sin objeto, ola que rueda ignorando por qué.
Voz que incesante con el mismo tono canta el mismo cantar; gota de agua monótona que cae, y cae sin cesar.
Así van deslizándose los días unos de otros en pos, hoy lo mismo que ayer..., y todos ellos sin goce ni dolor.
¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando del antiguo sufrir... Amargo es el dolor; ¡pero siquiera padecer es vivir! RIMA LVI -(¿Quieres que de un néctar delicioso...)
¿Quieres que de ese néctar delicioso no te amargue la hez? pues aspírale, acércale a tus labios y déjale después.
¿Quieres que conservemos una dulce memoria de este amor? Pues amémonos hoy mucho y mañana digámonos ¡adiós! RIMA LVII-(Yo sé cuál el objeto...) RIMA LVIII -(Al ver mis horas de fiebre...)
Al ver mis horas de fiebre e insomnio lentas pasar, a la orilla de mi lecho, ¿quién se sentará?
Cuando la trémula mano tienda próximo a expirar buscando una mano amiga, ¿quién la estrechará?
Cuando la muerte vidríe de mis ojos el cristal, mis párpados aún abiertos, ¿quién los cerrará?
Cuando la campana suene (si suena en mi funeral), una oración al oírla, ¿quién murmurará?
Cuando mis pálidos restos oprima la tierra ya, sobre la olvidada fosa. ¿quién vendar a llorar?
¿Quién en fin al otro día, cuando el sol vuelva a brillar, de que pasé por el mundo, ¿quién se acordará? RIMA LIX -(Me ha herido recatándose en las sombras,...)
Me ha herido recatándose en las sombras, sellando con un beso su traición. Los brazos me echó al cuello y por la espalda me partió a sangre fría el corazón.
Y ella impávida sigue su camino, feliz, risueña, impávida, ¿y por qué? porque no brota sangre de la herida... ¡porque el muerto esta en pie. RIMA LX -(Como se arranca el hierro de una herida...)
Como se arranca el hierro de una herida su amor de las entrañas me arranqué, aunque sentí al hacerlo que la vida me arrancaba con él!
Del altar que le alcé en el alma mía la Voluntad su imagen arrojó, y la luz de la fe que en ella ardía ante el ara desierta se apagó.
Aún turbando en la noche el firme empeño vive en la idea la visión tenaz... ¡Cuándo podré dormir con ese sueño en que acaba el soñar! RIMA LXI-(Este armazón de huesos y pellejo,...) Este armazón de huesos y pellejo de pasear una cabeza loca cansado se halla al fin, y no lo extraño; pues, aunque es la verdad que no soy viejo, de la parte de vida que me toca en la vida del mundo, por mi daño he hecho un uso tal, que juraría que he condensado un siglo en cada día. Así, aunque ahora muriera, no podría decir que no he vivido; que el sayo, al parecer nuevo por fuera, conozco que por dentro ha envejecido. Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella!, harto lo dice ya mi afán doliente; que hay dolor que al pasar su horrible huella graba en el corazón, si no en la frente. RIMA LXII-(Primero es un albor trémulo y vago,...) Primero es un albor trémulo y vago, raya de inquieta luz que corta el mar; luego chispea y crece y se difunde en ardiente explosión de claridad. La brilladora lumbre es la alegría; la temerosa sombra es el pesar; ¡Ay!, en la oscura noche de mi alma, ¿cuándo amanecerá? RIMA LXIII -(Como enjambre de abejas irritadas...)
Como enjambre de abejas irritadas, de un obscuro rincón de la memoria salen a perseguirnos los recuerdos de las pasadas horas.
Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo tan inútil! Me rodean, me acosan, y unos tras otros a clavarme vienen el agudo aguijón que el alma encona. RIMA LXIV -(Como guarda el avaro su tesoro...)
Como guarda el avaro su tesoro, guardaba mi dolor; le quería probar que hay algo eterno a la que eterno me juró su amor.
Mas hoy le llamo en vano y oigo al tiempo que le agotó, decir: “¡Ah, barro miserable, eternamente no podrás ni aun sufrir! RIMA LXV -(Llegó la noche y no encontré un asilo...)
Llegó la noche y no encontré un asilo, ¡y tuve sed...!, mis lágrimas bebí; ¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos cerré para morir!
¡Estaba en un desierto! Aunque a mi oído de las turbas llegaba el ronco hervir, yo era huérfano y pobre... ¡El mundo estaba desierto... para mí! RIMA LXVI-(¿De dónde vengo...) ¿De dónde vengo...? El más horrible y áspero de los senderos busca: Las huellas de unos pies ensangrentados sobre la roca dura, los despojos de un alma hecha jirones en las zarzas agudas, te dirán el camino que conduce a mi cuna. ¿A donde voy? El más sombrío y triste de los páramos cruza, valle de eternas nieves y de eternas melancólicas brumas. En donde esté una piedra solitaria sin inscripción alguna, donde habite el olvido, allí estará mi tumba. RIMA LXVII -(¡Qué hermoso es ver el día ...)
¡Qué hermoso es ver el día coronado de fuego levantarse, y a su beso de lumbre brillar las olas y encenderse el aire!
¡Qué hermoso es tras la lluvia del triste otoño en la azulada tarde, de las húmedas flores el perfume beber hasta saciarse!
¡Qué hermoso es cuando en copos la blanca nieve silenciosa cae, de las inquietas llamas ver las rojizas lenguas agitarse!
¡Qué hermoso es cuando hay sueño dormir bien... y roncar como un sochantre... y comer... y engordar... y qué desgracia que esto solo no baste! RIMA LXVIII -(No sé lo que he soñado ...)
No sé lo que he soñado en la noche pasada; triste muy triste debió ser el sueño, pues despierto la angustia me duraba.
Noté al incorporarme húmeda la almohada, y por primera vez sentí al notarlo de un amargo placer henchirse el alma.
Triste cosa es el sueño que llanto nos arranca, mas tengo en mi tristeza una alegría... sé que aún me quedan lágrimas. RIMA LXIX-( Al brillar un relámpago nacemos ...)
Al brillar un relámpago nacemos y aún dura su fulgor cuando morimos; tan corto es el vivir.
La gloria y el amor tras que corremos sombras de un sueño son que perseguimos: ¡Despertar es morir! RIMA LXX-(¡Cuántas veces al pie de las musgosas ...)
¡Cuántas veces al pie de las musgosas paredes que la guardan, oí la esquila que al mediar la noche a los maitines llama!
¡Cuántas veces trazo mi silueta la luna plateada, junto a la del ciprés que de su huerto se asoma por las tapias!
Cuando en sombras la iglesia se envolvía, de su ojiva calada, ¡cuántas veces temblar sobre los vidrios vi el fulgor de la lámpara!
Aunque el viento en los ángulos oscuros de la torre silbara, del coro entre las voces percibía su voz vibrante y clara.
En las noches de invierno, si un medroso por la desierta plaza se atrevía a cruzar, al divisarme, el paso aceleraba.
Y no faltó una vieja que en el torno dijese a la mañana que de algún sacristán muerto en pecado era yo el alma.
A oscuras conocía los rincones del atrio y la portada; de mis pies las ortigas que allí crecen las huellas tal vez guardan.
Los búhos, que espantados me seguían con sus ojos de llamas, llegaron a mirarme con el tiempo como a un buen camarada.
A mi lado sin miedo los reptiles se movían a rastras; ¡hasta los mudos santos de granito creo que me saludaban! RIMA LXXI-( No dormía; vagaba en ese limbo...)
No dormía; vagaba en ese limbo en que cambian de forma los objetos, misteriosos espacios que separan la vigilia del sueño.
Las ideas que en ronda silenciosa daban vueltas en torno a mi cerebro, poco a poco en su danza se movían con un compás más lento.
De la luz que entra al alma por los ojos los párpados velaban el reflejo; pero otra luz el mundo de visiones alumbraba por dentro.
En este punto resonó en mi oído un rumor semejante al que en el templo vaga confuso al terminar los fieles con un amén sus rezos.
Y oí como una voz delgada y triste que por mi nombre me llamo a lo lejos, y sentí olor de cirios apagados, de humedad y de incienso.
.......................................
Pasó la noche, y del olvido en brazos caí, cual piedra, en su profundo seno. No obstante al despertar exclamé: “¡Alguno que yo quería ha muerto!” RIMA LXXII -(Primera voz Las ondas tienen vaga armonía...)
Primera voz Las ondas tienen vaga armonía, Las violetas suave olor, brumas de plata la noche fría, luz y oro el día; yo algo mejor: ¡yo tengo Amor!
Segunda voz
Aura de aplausos, nube rabiosa, ola de envidia que besa el pie. isla de sueños donde reposa el alma ansiosa. ¡dulce embriaguez la Gloria es!
Tercera voz
Ascua encendida es el tesoro, sombra que huye la vanidad, todo es mentira: la gloria, el oro. Lo que yo adoro sólo es verdad: ¡la Libertad!
Así los barqueros pasaban cantando la eterna canción, y al golpe del remo saltaba la espuma y heríala el sol.
“¿Te embarcas?”, gritaban, y yo sonriendo les dije al pasar: “ha tiempo lo hice, por cierto que aun tengo la ropa en la playa tendida a secar. RIMA LXXIII-(Cerraron sus ojos...)
Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.
La luz que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho,
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.
Despertaba el día
y a su albor primero
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
“¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!”
De la casa, en hombros,
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.
Al dar de las ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron
y el santo recinto
quedóse desierto.
De un reloj se oía
compasado el péndulo
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba
que pensé un momento:
“¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!”
De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila,
formando el cortejo.
Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo;
allí la acostaron,
tapiáronla luego,
y con un saludo
despidióse el duelo.
La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto:
perdido en las sombras
yo pensé un momento:
“¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!”
En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a veces me acuerdo.
Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan los huesos...!
........................
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es, sin espíritu,
podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
que al par nos infunde
repugnancia y duelo,
a dejar tan tristes,
tan solos los muertos.
RIMA LXXIV -(Las ropas desceñidas...)
Las ropas desceñidas, desnudas las espadas, en el dintel de oro de la puerta dos ángeles velaban.
Me aproximé a los hierros que defienden la entrada, y de las dobles rejas en el fondo la vi confusa y blanca.
La vi como la imagen que en un ensueño pasa, como un rayo de luz tenue y difuso que entre tinieblas nada.
Me sentí de un ardiente deseo llena el alma; ¡como atrae un abismo, aquel misterio hacía si me arrastraba!
Mas, ¡ay!, que de los ángeles parecían decirme las miradas: “¡El umbral de esta puerta sólo Dios lo traspasa!” RIMA LXXV-(¿Será verdad que cuando toca el sueño...)
¿Será verdad que cuando toca el sueño con sus dedos de rosa nuestros ojos, de la cárcel que habita huye el espíritu en vuelo presuroso?
¿Será verdad que, huésped de las nieblas, de la brisa nocturna al tenue soplo, alado sube a la región vacía a encontrarse con otros?
¿Y allí desnudo de la humana forma, allí los lazos terrenales rotos, breves horas habita de la idea el mundo silencioso?
¿Y ríe y llora y aborrece y ama y guarda un rastro del dolor y el gozo, semejante al que deja cuando cruza el cielo un meteoro?
¡Yo no sé si ese mundo de visiones vive fuera o va dentro de nosotros: lo que sé es que conozco a muchas gentes a quienes no conozco! RIMA LXXVI-( En la imponente nave...)
En la imponente nave del templo bizantino, vi la gótica tumba a la indecisa luz que temblaba en los pintados vidrios.
Las manos sobre el pecho, y en las manos un libro, una mujer hermosa reposaba sobre la urna del cincel prodigio.
Del cuerpo abandonado al dulce peso hundido, cual si de blanda pluma y raso fuera se plegaba su lecho de granito.
De la sonrisa última el resplandor divino guardaba el rostro, como el cielo guarda del sol que muere el rayo fugitivo.
Del cabezal de piedra sentados en el filo, dos ángeles, el dedo sobre el labio, imponían silencio en el recinto.
No parecía muerta; de los arcos macizos parecía dormir en la penumbra y que en sueños veía el paraíso.
Me acerqué de la nave al ángulo sombrío, con el callado paso que se llega junto a la cuna donde duerme un niño.
La contemplé un momento y aquel resplandor tibio, aquel lecho de piedra que ofrecía próximo al muro otro lugar vacío.
En el alma avivaron la sed de lo infinito, el ansia de esa vida de la muerte, para la que un instante son los siglos... ......................................... Cansado del combate en que luchando vivo, alguna vez me acuerdo con envidia de aquel rincón oscuro y escondido.
De aquella muda y pálida mujer me acuerdo y digo: “¡Oh, qué amor tan callado el de la muerte! ¡Qué sueño el del sepulcro tan tranquilo!” RIMA LXXVII-(Es un sueño la vida ...)
Es un sueño la vida, pero un sueño febril que dura un punto; Cuando de él se despierta, se ve que todo es vanidad y humo... ¡Ojalá fuera un sueño muy largo y muy profundo, un sueño que durara hasta la muerte!... Yo soñaría con mi amor y el tuyo. RIMA LXXVII-(Podrá nublarse el sol eternamente...) RIMA LXXIX
-(Mi vida es un erial...) RIMA LXXXI-(Dices que tienes corazón, y solo...) RIMA LXXXII-(Fingiendo realidades...)
Fingiendo realidades
con sombra vana,
delante del deseo
va la esperanza.
y sus mentiras
como el Fénix, renacen
de sus cenizas.
RIMA LXXXIII-(Una mujer me ha envenenado el alma...)
Una mujer me ha envenenado el alma,
otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.
Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar mas de lo que a mí me dieron?
RIMA LXXXIV-(Tu voz es el aliento de las flores...)
A CASTA
Tu voz es el aliento de las flores,
tu voz es de los cisnes la armonía;
es tu mirada el esplendor del día,
y el color de la rosa es tu color.
Tú prestas nueva vida y esperanza
a un corazón para el amor ya muerto:
tú creces de mi vida en el desierto
como crece en un páramo la flor.
RIMA LXXXV-(Para que los leas con tus ojos grises...) A ELISA Para que los leas con tus ojos grises, para que los cantes con tu clara voz, para que se llenen de emoción tu pecho hice mis versos yo. Para que encuentres en tu pecho asilo y le des juventud, vida, calor, tres cosas que yo no puedo darles, hice mis versos yo. Para hacerte gozar con mi alegría, para que sufras tu con mi dolor, para que sientas palpitar mi vida, hice mis versos yo. Para poder poner antes tus plantas la ofrenda de mi vida y de mi amor, con alma, sueños rotos, risas, lágrimas hice mis versos yo. RIMA LXXXVI-(Flores tronchadas...) Flores tronchadas, marchitas hojas arrastra el viento; en los espacios, tristes gemidos repite el eco. .............................. En las nieblas de los pasado, en las regiones del pensamiento gemidos tristes, marchitas galas son mis recuerdos. RIMA LXXXVII-(Es el alba una sombra...)
Es el alba una sombra
de tu sonrisa,
y un rayo de tus ojos
la luz del día;
pero tu alma
es la noche de invierno,
negra y helada.
RIMA LXXXVIII-(Errante por el mundo fui gritando...)
Errante por el mundo fui gritando:
“La gloria ¿dónde está?”
Y una voz misteriosa contestóme:
“Más allá... más allá...”
En pos de ella perseguí el camino
que la voz me marcó;
halléla al fin, pero en aquel instante
el humo se troncó.
Más el humo, formado denso velo,
se empezó a remontar.
Y penetrando en la azulada esfera
al cielo fue a parar.
RIMA LXXXIX-(Negros fantasmas...)
Negros fantasmas,
nubes sombrías,
huyen ante el destello
de la luz divina.
Esa luz santa,
niña de negros ojos,
es la esperanza.
Al calor de sus rayos
mi fe gigante
contra desdenes lucha
sin amenguarse.
en este empeño
es, si grande el martirio,
mayor el premio.
Y si aún muestras esquiva
alma de nieve,
si aún no me quisieras,
yo no he de quererte:
mi amor es roca
donde se estrellan tímidas
del mal las olas.
RIMA XC-(Yo soy el rayo...)
Yo soy el rayo, la dulce brisa,
lágrima ardiente, fresca sonrisa,
flor peregrina, rama tronchada;
yo soy quien vibra, flecha acerada.
Hay en mi esencia, como en las flores
de mil perfumes, suaves vapores,
y su fragancia fascinadora,
trastorna el alma de quien adora.
Yo mis aromas doquier prodigo
ya el más horrible dolor mitigo,
y en grato, dulce, tierno delirio
cambio el más duro, crüel martirio.
¡Ah!, yo encadeno los corazones,
más son de flores los eslabones.
Navego por los mares,
voy por el viento
alejo los pesares
del pensamiento.
yo, en dicha o pena,
reparto a los mortales
con faz serena.
Poder terrible, que en mis antojos
brota sonrisas o brota enojos;
poder que abrasa un alma helada,
si airado vibro flecha acerada.
Doy las dulces sonrisas
a las hermosas;
coloro sus mejillas
de nieve y rosas;
humedezco sus labios,
y sus miradas
hago prometer dichas
no imaginadas.
Yo hago amable el reposo,
grato, halagüeño,
o alejo de los seres
el dulce sueño,
todo a mi poderío
rinde homenaje;
todo a mi corona
dan vasallaje.
Soy amor, rey del mundo,
niña tirana,
ámame, y tú la reina
serás mañana.
RIMA XCI-(No has sentido en la noche...)
No has sentido en la noche,
cuando reina la sombra
una voz apagada que canta
y una inmensa tristeza que llora?
¿No sentiste en tu oído de virgen
las silentes y trágicas notas
que mis dedos de muerto arrancaban
a la lira rota?
¿No sentiste una lágrima mía
deslizarse en tu boca,
ni sentiste mi mano de nieve
estrechar a la tuya de rosa?
¿No viste entre sueños
por el aire vagar una sombra,
ni sintieron tus labios un beso
que estalló misterioso en la alcoba?
Pues yo juro por ti, vida mía,
que te vi entre mis brazos, miedosa;
que sentí tu aliento de jazmín y nardo
y tu boca pegada a mi boca.
RIMA XCII-(Apoyando mi frente calurosa...)
Apoyando mi frente calurosa
en el frío cristal de la ventana,
en el silencio de la oscura noche
de su balcón mis ojos no apartaba.
En medio de la sombra misteriosa
su vidriera lucía iluminada,
dejando que mi vista penetrase
en el puro santuario de su estancia.
Pálido como el mármol el semblante;
la blonda cabellera destrenzada,
acariciando sus sedosas ondas,
sus hombros de alabastro y su garganta,
mis ojos la veían, y mis ojos
al verla tan hermosa, se turbaban.
Mirábase al espejo; dulcemente
sonreía a su bella imagen lánguida,
y sus mudas lisonjas al espejo
con un beso dulcísimo pagaba...
Mas la luz se apagó; la visión pura
desvanecióse como sombra vana,
y dormido quedé, dándome celos
el cristal que su boca acariciara.
RIMA XCIII-(Si copia tu frente...)
Si copia tu frente
del río cercano la pura corriente
y miras tu rostro del amor encendido,
soy yo, que me escondo
del agua en el fondo
y, loco de amores, a amar te convido;
soy yo, que, en tu pecho buscada morada,
envío a tus ojos mi ardiente mirada,
mi blanca divina...
y el fuego que siento la faz te ilumina.
Si en medio del valle
en tardo se trueca tu amor animado,
vacila tu planta, se pliega tu talle...
soy yo, dueño amado,
que, en no vistos lazos
de amor anhelante, te estrecho en mis brazos;
soy yo quien te teje la alfombra florida
que vuelve a tu cuerpo la fuerza de la vida;
soy yo, que te sigo
en alas del viento soñando contigo.
Si estando en tu lecho
escuchas acaso celeste armonía
que llena de goces tu cándido pecho,
soy yo, vida mía...;
soy yo, que levanto
al cielo tranquilo mi férvido canto;
soy yo, que, los aires cruzando ligero
por un ignorado, movible sendero,
ansioso de calma,
sediento de amores, penetro en tu alma.
RIMA XCIV-(¡Quién fuera luna...)
¡Quién fuera luna,
quién fuera br |