Nota De; Enrique N. Catalan, Nota Enviado por: admin
De lo que acontece en Nochevieja en el seno de una failia acomodada.

ENRIQUE N. CATALAN

La botella de cava estaba preparada para las doce campanadas, Carlos Dominguez, presidía la mesa, iba a ser el encargado de dar rienda suelta a las burbujas que ya estaban intranquilas por desparramar su alegría.

Sentada frente a Carlos, su esposa Carmen le hacia guiños a su nieta Sonia de cinco años de edad, que estaba muy atenta con los deditos intentaba cubrir los oídos para evitar el ruido del tapón. Sonia hija de Carmen y madre de Soni, tenia a ésta sentada a su lado pendiente de las travesuras de la niña.

Luis Miguel García, esposo de Sonia, cortaba el turrón ante la insistencia de las mujeres de que no siguiera cortando, ya no les cabia más en el estómago.

Carlos Domínguez, constructor retirado por problemas de salud, les sorprendió con –un día es un día- frase que solía usar a menudo y que nadie podía poner en cuestión.

Naturalmente estamos en Noche Vieja, la rutinaria escena se convierte en entrañable, gracias a la convicción de las personas, de la importancia del nuevo año. Es la hora donde la gente se pone muy eufórica externamente. Todo el mundo tiene que tener la capacidad de alegrarse, esta absurda comedia se sigue en este salón por inercia. Comer bien es el fin de todo este tipo de fiestas.

Domínguez, ya tiene en sus manos la botella, tiene aspecto de artista en declive, los años pasan factura, éste es el pensamiento de Carmen observándole atentamente “Como cambian las personas, cuando eramos novios era la envidia de las amigas, cualquier día empezara a consumirle la terrible enfermedad”

-Venga Carmen alegra esa cara, que vea tu nieta que ésta es una autentica fiesta.

Cuando comienza la cuenta atrás ya tiene el tapón de la botella dispuesto para hacerlo saltar, sin soltar el corcho para provocar el estampido.

Todos se pondrán a aplaudir, mirando como los imita Soni con sus manitas.

Los abrazos y deseos de felicidad, fue el colofón de este inolvidable día, que se recordaría por lo menos una semana.

Don Carlos sirve otro café a Luis y se dirige a por la botella de Napoleón y los Habanos de todos los años. Este año sé a olvidado de comentar “Estos habanos los fumaba siempre...” y añadía un personaje relevante a nivel internacional. Que cada año el personaje fuera distinto, era algo que nunca se lo comentaron. Soni empezó a dar muestras de querer dormir, lo que dio paso a bajar el telón del espectáculo anual. Al día siguiente te vendrían los padres de Luis Miguel desde Alicante y comerían juntos en su casa de cuando llegaron a su magnifico piso acostaron a la niña, luego se acostaron ellos, tocaba revolcón y la tradición se cumplió. Sonia padecía conciliar el sueño rápidamente, Luis le comunicó que iba a la terraza, no podía dormir con tanto café y estaba algo nervioso.

Ella mostró su conformidad de manera mecánica, estaba descendiendo lentamente al esponjoso territorio del sueño.

Luis Miguel, sentado en un sillón de mimbre, contemplaba desde la altura de la terraza las luces de la ciudad y la negrura del mar con algún reflejo que le enviaba la Luna.

Tenía tendencia a los momentos de tristeza, que surgían de manera insospechada, aparentemente carentes de fundamento. Tenía todo lo que se podía desear, un piso de ensueño, una terraza de lujo cerrada con cristales para los días frescos, dinero de lo que se conoce como dar el “Braguetazo”, pero la felicidad completa no existe, es imposible.

Fue al frigorífico y se preparó un combinado, volvió a la terraza abrió ligeramente los cristales, la brisa había movido ligeramente, llegaban muy mitigados los ruidos de la fiesta, se sentó en el sillón y encendió un Ducados.

Alguien chillaba en la calle, lo que creyó ser “maricón de mierda”, sonrió levemente, luego el sonido de un coche de policía, esto le hizo transportarse al pasado ¿Dónde había visto por primera vez a Sonia?.

Era aquel bar de copas cerca de la playa, allí se miraron por primera vez.

Ya tenía trabajo estable, sus padres, con mucho sacrificio le habían dado la carrera de Derecho “Luis Miguel tenía que ser algo”.

Metido en el cuerpo de policía, unas oposiciones le llevaron a ser inspector, mucha burocracia y algunas investigaciones de problemas relacionados con la droga, tema difícil de solucionar por el dinero que mueve, imposible llegar al final, todo queda siempre en intermediarios.

Que el lugar fuera de turistas por excelencia no quitaba a los que vivían siempre allí se conocieran sobre todo la gente que destacaba por asuntos de dinero.

Sonia pertenecía a la gente guapa, incapaz de darle importancia a casi nada, todo era conocido para ella, a veces prestaba atención a cosas simples, como para demostrar a la gente lo sencillo que era en el fondo.

Juego éste muy practicado por los hipócritas que andan sueltos, que les encanta la interpretación, pero que forma parte de su nula personalidad. Extremo éste que ignoran, esa es la fuerza de su estupidez.

Que Luis Miguel, tipo de gran presencia, con un sentido del humor de altos vuelos, no lograba atravesar la barrera de “tipo gracioso” era lógico.

Cierto día fueron presentados por un amigo común, ella habló mucho con Luis Miguel, no le gustaba quedar para otro día a solas, ya se verían muchas veces.

Si él pensó que le había caído bien a Sonia, hecho el freno de mano y dio el caso por cerrado, conocía aquel juego.

Un día, estando de servicio sé tubo que encargar de un fallecimiento por sobre dosis de una inglesa que vivía en un edificio de lujo, debía ser de familia de dinero, daba clases de ingles y alemán en una academia de su propiedad.

Vivía en el mismo edificio que Sonia, y eran intimas amigas, había una tercera amiga, pero la cosa estaba clara, sobredoras.

Luis Miguel, se encargó del papeleo, tubo que ver a Sonia por motivos de trabajo y a la otra amiga Marian, eran preguntas rutinarias.

Sonia estuvo muy amable, incluso afirmó que “hacía mucho tiempo que no se veían”. Luis Miguel miró el asunto desde un punto de vista desconocido, le interesaba la chica, hija única y mucho dinero, pero esto último no sería el motivo, lo orientaría como amor.

Se había dado la vuelta así mismo como un calcetín, pensando arreglar su vida y dejar de ser un “tipo simpático”, pero era difícil la misión.

Julio Sanchis, amigo y encargado de las pruebas periciales y de laboratorio, le dio el trabajo medio hecho. Al día siguiente quedó confirmado en la autopsia, paro cardiaco por sobre dosis.

Cuando se vieron en la cafetería de costumbre, por requerimiento de Julio, que ya conocía el interés de Luis por Sonia. Le comunicó que ya había pasado todos los informes, la jeringuilla carecía de huellas, pero él entró en el lugar de la autopsia y había puesto las de la inglesa y alguna suya, como era lógico.

Según teoría de Julián, alguien le había puesto una dosis con unos guantes de látex posiblemente, todos conocían que era adicta a la droga.

No merecía la pena meterse en un jardín de rosas, todos eran gente de dinero y la droga la manejan los poderosos. Que se vayan todos a la mierda y nosotros a vivir.

Dile a Sonia lo que piensas y llévatela a la cama. Aquella noche habían cenado las tres amigas en casa de Stella, la fallecida. El fallecimiento fue sobre las dos de la madrugada, Sonia vive puerta con puerta y aquello tenía tufillo a lesbianas, nosotros a vivir.

Julio era un vividor, y todo le importaba un huevo, a veces era mejor ser un poco tonto, no fueras a encontrarte con algo desagradable, tirar siempre por

lo fácil y si alguien te debe un favor y te puede pagar con carne, pues de primera.

La mente de Luis Miguel, empezó a trabajar con una claridad desconocida, fruto del alcohol, todo lo veía de colores fuertes. La aptitud de Sonia cambió radicalmente después del accidente de Stella.

Cierto día Luis Miguel, inició la operación acoso, la encontró como por “casualidad” y la invitó a tomar un refresco a las siete de la tarde, el domingo, en la cafetería Mendivil. Esto lo recordaba claramente, como todo, fue a casa de Tomas Ortuño, luego a comer al restaurante El Pulpo Pirata. Más tarde vino la siesta, cogió un libro de Willian Styron , intentó concentrarse, pero le resultó difícil.

Se durmió, y sobre las seis, tomó una ducha, afeitado se embutió en un traje gris con camisa azulona, sin corbata, al mirarse al espejo, éste le contestó: “irresistible”.

A las siete entró en la cafetería, saludó al dueño, señor Mendivil con un apretón de manos, éste le dijo que se acercara y al oído en voz baja hizo un comentario de corte supuestamente erótico, lo que provocó la carcajada de los dos.

Pidió un cuba libre, se sentó en una mesa junto a las cristaleras que dan a la calle. Las paredes estaban cubiertas de cuadros de pintores, que además de decorar podían ser adquiridos, por el precio que Mendivil tenía acordado con el artista. No quería comisión, amante del arte, ayudaba a la gente del pincel.

No se dio cuenta de la presencia de Sonia hasta que la vio sentada frente a él.

Llevaba traje sastre de pantalón, el pelo corto y negro como el carbón, los ojos azul oscuro eran imanes.

-Tienes los ojos como la cajera del supermercado de cerca de casa, parecerá un comentario del que habla por decir algo, pero puedes creer que es uno de los motivos de encontrarme aquí. Son sorprendentes por lo común, ya le comenté el hecho a la cajera, le hizo gracia y me confió que hasta ella al verse en el espejo se sorprendía, estallando en una carcajada.

-Casi es un tormento para mí, por lo repetitivo, pero te agradezco el cumplido, aunque mejor no insistir en el terreno de lo físico.

-Cuéntame algo de tu vida, en grandes rasgos

-Parece una cita matrimonial, sonrió moviendo ligeramente la cabeza de un lado a otro en signo de impotencia.

-Parece como si todo el mundo me empujara para buscar novio.

-¿Y como no tomas tú la iniciativa?

-¿Hay algo oscuro en tu pregunta después de lo sucedido a Stella, de ser así puedes precisar, a lo mejor lo pones más fácil? ¡Habla!.

-Me interrogas, pero eso forma parte de mi trabajo, que por cierto, da pocas satisfacciones, con franqueza, andas muy suelta con tus cualidades, tienes que tener una legión de admiradores.

-Lo has dicho todo, prácticamente lo que estas pensando puede ser verdad. Lo importante es el presente y me encuentro muy bien contigo, aquí y ahora probablemente algún día te cuente algo más.

-Yo soy amigo de lo conciso y tengo interés por ti, me gustas desde hace tiempo.

-Puede ser que seas sincero, o sean palabras hechas para estos lances.

-Voy a ir más lejos, la vuelta a la tuerca, como Henry James, creo encontrarme ante la oportunidad de mi vida, eres como El Dorado, puede parecer algo grosero, ¿porque rodear?. Tengo el defecto que se adquiere en mi trabajo, todo tiene que ser resuelto bien y deprisa, perdona he podido decir una salvajada.

-¿Por qué?,continua, soy toda oídos.

-Puedo decirte, que el caso de Stella está cerrado, que la jeringuilla no tenía huellas “alguien le ayudo”, pero eso no me interesa, continuar investigando no iba a beneficiar a nadie, cuando esto ocurre se termina, forma parte de la lógica que algunos aplicamos.

-Eres sincero, soy buen partido.

Sonrió tapándose los ojos con las manos y echando la cabeza hacia atrás. Lo miró fijamente a los ojos, intentó ponerse seria “no pierdas la esperanza” y volvió a reír.

Luis Miguel, metió la quinta marcha, sacar la máxima prestación al vehículo, mirar hasta donde es capaz de llegar, la autopista parece propicia, hay una recta larga “pudo ser homicidio involuntario o asesinato”.

-Tonterías tuyas, pero gracias, dijo algo nerviosa cambiándole el color y sacando un cigarrillo del bolso, para ganar unos segundos preciosos.

Luis Miguel, siguió acelerando “el jueves tendré poco trabajo, podíamos cenar en el INTERNACIONAL, luego a bailar como las películas americanas, tienes cuerpo de bailar como una pluma.

Se levantó del sillón de mimbre y se fue a poner otro vaso de bebida. El ajetreo abajo seguía con sus chillidos, ahora era la voz de una chica “Cerdo”, luego parece que rió, se asomó por la barandilla, él mar era el único que parecía tener sentido común, aunque la gente no apreciaba su tranquilidad y su esfuerzo desinteresado de alegrar la vista.

Dentro de unos días iría a Barcelona, tenía que tratar con el aparejador, quien llevaba unas obras en la Zona Franca.

Todo le había venido hecho, ya no estaba en la POLICIA, tenía el B.M.W. más grande.

Por la cabeza le paso la jeta de Julián ¿qué estaría haciendo? con alguna furcía por ahí, acabaría mal.

Volvió a recordar lo que le dijo del caso Stella, un caso de lesbianismo, siempre tan burro.

Llevaba una temporada que se encontraba tristón, sería el efecto Navidad, el tener la vida solucionada, ¿qué ilusión le quedaba?

Tendría que visitar un especialista, cada día le costaba más la excelente rutina. La comida de Año Nuevo, le parecía oír todos los comentarios que se iba atener que soportar, las frases hechas, las risas de siempre.

Luego él sacaría los puros y diría que siempre los fumaba el general Patton, como una gracia a su suegro.

Habría que preparar los regalos de Reyes.

“Este Julián , lesbianismo”, ahora estaba alegre, le dio por reír, mejor estabilizarse un poco.

Fue al baño en el departamento de Sonia, sacó una pequeña papelina de un cajón del cuarto de estar, sacó un tubo de plástico del bolígrafo BIC.

Sentado en la terraza, colocó la raya sobre el cristal de la mesa, con el dedo tomó algo de polvo y se frotó las encías, el resto subió al cielo del tabique nasal.

Se relajó en el sillón, cerro los ojos, al abrirlos la luna parecía tocar la terraza, que gracia le hizo, ¿qué le decía Julián, lesbianismo?, pues claro, ¿guantes de goma?, se le escapó una carcajada. Qué buena idea en la terraza con guantes de goma.

Fue a la cocina riéndose, había unos de color rosa. Se los puso parecía una señorita y la mano cinco preservativos, era gracioso el asunto.

La Luna, aquella noche estaba más graciosa que nunca. Había que aprovechar, busco otra papelina, el tabique nasal parecía que se hinchaba, sería el hombre elefante con el puro de Patton.

Le saltaban las lagrimas de risa, con los guantes parecía una lesbiana, bueno no, un maricón. Mejor lesbiana, eso como Stella y sus amigas.

Que bromista estaba la Luna, que, ¿qué le decía?, ¿así que me acerque?.

Me llama mujercita, amor mío. Comenzó a reír tapándose la boca para no despertar a la lesbiana Sonia, que risa, tenía gracia cuando en la cama ella bromeando le llamaba Marian, Marian, siempre seguían jugando con la misma broma.

Esta aún seguía viviendo dos pisos más arriba, la amistad no había sufrido declive.

Parecía como si el matrimonio se hubiese reafirmado.

Bromas, insinuaciones, códigos entre ellos, eso había dado paso poco apoco a la sal gruesa.

Que me acerque, la Luna insistía, siempre había sido bueno en gimnasia, no podía aguantar, que buen humor, eso era vida.

¡Ya voy Luna preciosa!, tu también eres lesbiana, nueva carcajada.

Fue retrocediendo poco apoco, se quitó la bata de cachemira, haciendo caso a la Luna tomó carrera y se lanzó a la piscina que la Luna le tenía preparada.

Justo cuando el cuerpo llegaba al suelo, alguien gritaba “Cabrón de mierda” desde otro coche respondían “Tu padre mamón”

La noche prometía ser larga, muy muy larga.....

BENIDORM JUNIO 99