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Castillo roquero fortificado declarado Bien de Interés Cultural (1931). |
El castillo de Alaró fue construido con finalidad militar y sirvió de estancia para los conquistadores de la isla. Hay datos de su existencia desde el 902 y también fue lugar de culto desde 1622 con la creación de un oratorio. Es uno de los tres castillos roqueros de Mallorca, declarado Bien de Interés Cultural (1931), ubicado en un paraje excepcional por sus vistas. Se trata de una construcción militar fortificada, ubicada en la cima de una montaña (puig de Alaró), de la que hay constancia histórica desde el 902, cuando los sarracenos llegaron a la isla. Fue ocupada sucesivamente por los conquistadores de la isla y abandonada en los siglos XIV y XV, aunque mantuvo un guarnición militar hasta 1741. A partir de esta fecha, su uso fue únicamente religioso, ya que en 1622 se había edificado un oratorio. Además de su interés histórico, es un lugar excelente para contemplar el paisaje de la sierra de Tramuntana y del Pla de Mallorca. Su gestión corre a cargo de la Fundación Castell d'Alaró. Se conserva la muralla del castillo con cinco torres. A la entrada del recinto se halla un primer portal de acceso, ubicado en la antemuralla. Más arriba se accede a una segunda puerta, imbuida en la torre de l’Homenatge, popularmente conocida como ""constipador"". Otra de las torres, llamada Prisión de los Moros o torre de la Cueva, se erige sobre la cueva de San Antonio, vestigio de una antigua ocupación eremítica del siglo XVII. Del interior del recinto destacan el oratorio de la Mare de Déu del Refugi (1622), la hospedería, actualmente integrada en la Ruta de la pedra en sec, y cinco aljibes. Ya desde el s. XVII, el oratorio convirtió el lugar en zona de culto y peregrinación. Las anécdotas y leyendas asociadas al castillo enriquecen su historia, como la que narra los hechos de Guillem Cabrit y Guillem Bassa, fieles al rey Jaime II de Mallorca, y defensores del recinto, frente a la ocupación de la isla por Alfonso III de Aragón. Al capitular el castillo en enero de 1286, ambos fueron quemados vivos (como cabritos) por orden del rey Alfonso en la plaza del pueblo de Alaró, en la zona de Los Damunts. Este hecho conllevó la excomunión del rey por parte del Papa. Con el retorno de Jaime II, se potenció la devoción popular hacia los dos personajes, siendo venerados durante varios siglos como mártires y santos, con su imaginería en retablos y cuadros en varias iglesias de Mallorca. |